Etnología sexual
  En la planificación del Instituto Hirschfeld prevé la instalación de un departamento de etno-sexología. Su ámbito de trabajo debe ser "la influencia del factor sexual sobre otros fenómenos culturales, como el arte, las creencias, la mezcla de los pueblos, la comunicación entre ellos y la historia de la vida sexual del ser humano". El departamento existe desde 1922 hasta 1926 por "vocación" de Ferdinand Freiherr von Reitzenstein, su director hasta su enfermedad.

Mientras los trabajos populares de Reitzenstein sobre teoría hormonal corresponden al "espíritu del Instituto", sus investigaciones etnológicas no se integran en el conocido perfil de éste. Trabaja, como su colega del Instituto Hans Friedenthal, sobre la "antropología de la mujer" - una línea de investigación que en su tiempo disfruta de una extraordinaria predilección  1 - 7  . Sus objetos de investigación son la historia del amor y del matrimonio, así como del matriarcado.

Reitzenstein parte en sus ideas del principio de una división sexual natural del trabajo, que existiría todavía en los pueblos primitivos  8    9    10    11 , pero que en los pueblos civilizados debería ser definida de nuevo. Se queja de la desaparición de las diferencias sexuales y de la prostitución como fenómenos de la época.

«Si la mujer representara siempre sólo un sector interesante de la historia cultural, una monografía del hombre sería casi la historia cultural misma..., pero no, según la manera en que el movimiento feminista lo quisiera presentar, como consecuencia de una "opresión brutal", sino como un desarrollo que se construye sobre la base de elementos fisiológicos y psicológicos. ... El único movimiento feminista válido es siempre aquél que eduque a la mujer para su mundo cultural original, el círculo cultural de la madre ... Quiera la mujer ... no llegar a ser la madre de un pueblo tanto innumerable como carente de derechos, del que el 90% son considerados como esclavos de los cañones y de los salarios de la industria pesada, sino la madre de un pueblo libre que consista en individualidades que tomen su destino en sus propias manos. Paridora de niños, así como administradora y mejoradora del reparto de la posesión, son, a decir verdad, los lados femeninos más auténticos de la actividad cultural.» (Reitzenstein, 1923)


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